domingo, 22 de marzo de 2020

CUARENTA IV- THE HILLS-LEONARD COHEN



IV.-

Cuarenta y tres  correos  electrónicos  y un pijama de lunas  y estrellas. La crema  hidratante  tiene la culpa de esta  pereza . La  habitación aún no se  ha calentado  y resquicios de invierno se resisten a irse dumiendo. Todo huele a limpio  y fresco.

La soledad  ya no perturba como  antes. Llega un momento en que cualquier cosa que signifique salir entraña un peligro.
Debe asegurarse de que no se den  cuenta de nada. Debe ser discreta y formal, alegre cuando se  requiera. Ha de pertenecer a  infinidad de  grupos de  Whatsapp , ha de pintar viajes  y vacaciones en Instagram, ha de seguir a imbéciles y niñatos en youtube, y ha de creer tener amigos en  Facebook.  No se puede dejar margen a que alguien le pregunte cómo está.

No viene de diez  minutos empezar y baja la tapa del portátil. Cierra los ojos  y enciende  el interruptor  de sus  secretos. Se suceden las  imágenes  y son sus propias sensaciones  las que las ven descartando,  una a una. Empieza a angustiarse. En el  fondo no quiere llegar a las que más les  gustan.

Pero el día debe  empezar perfecto y se detiene en un sofá. Él está sentado un  borde  y ella  apoyada  en su costado  con las piernas  ocupando las  dos  plazas que quedan   libres. Él tiene  en su mano derecha el mando del  televisor. Ella  le  habla  de traiciones y trepas. Los juzga , los sentencia  y los  ejecuta en su misma  rabia. Él deja el mando , se inclina levemente,   y se acomoda los dos  brazos  para que ambos estén  más cómodos. Le ordena  que se   calle a  cambio de un leve roce de dedos recorriendo entera la  curva del cuello. Ella  cree que él ya ha  elegido un premio por su atención pero  va  tan necesitada de  cariño que está dispuesta a dárselo. Se duerme  y recuerda perfectamente cómo se  levanta del sofá sosteniendo su  cabeza  en una mano,  mientras con la otra  habilita  un cojín. La tapa  con la manta donde  se caen las palomitas los domingos  y  la deja tranquila. Se oye como trastea torpe en la  cocina. Al cabo de  un rato  el  comedor  empieza a oler a pizza.

Pero esa  noche  nadie le pidió  un premio. Y ahora, en ese  recuerdo  y en el breve  resquicio  de invierno en sus dedos, empieza a tocarse los pechos. Estalla sublime el placer,   pero enseguida la metralla alcanza a la tristeza de todos  los  momentos que se  han dejado  pasar, por  pereza, por  orgullo, por  confundir precio con deseo y,  sobretodo,  por la   falta de coincidencias .









LAS COLINAS
( The Hills-Leonard Cohen)


No puedo subir  a las colinas
El sistema está  agotado
Estoy viviendo de pastillas
Lo cual se lo  agradezco a Dios

Mi animal aulla
Mi ángel está molesto
Pero no se me permite
Ni una  sola  queja.


Porque  alguien usará
todo lo que yo no pude ser
Mi corazón será  suyo
Aunque sea de forma impersonal

Ella caminará por  mi camino
Ella verá lo que quiero decir
Todos mis deseos cortados por la mitad
Y la libertad en medio

En menos de un segundo
Nuestras vidas chocarán
La eternidad quedará suspendida
 y la puerta abierta de par en par

Y ella nacerá
A alguien como tu
Lo que dejé sin hacer
Ella ciertamente lo hará

Sé que ella viene
Y sé que ella mirará
Y ese es el anhelo
Y este es el anzuelo


No puedo subir  a las colinas
El sistema está  agotado
Estoy viviendo de pastillas
Lo cual se lo  agradezco a Dios


Mi página era demasiado blanca
Mi tinta era muy delgada
El día no escribiría
Lo que la noche dejó anotado


Pero  sé que ella viene
Y sé que ella mirará
Y ese es el anhelo
Y este es el anzuelo


(Sé que ella viene)
Y sé que ella mirará
(Ese es el anhelo)
Y este es el anzuelo

No puedo subir  a las colinas
El sistema está  agotado
Estoy viviendo de pastillas
Lo cual se lo  agradezco a Dios

Navegué como un cisne
Me hundí como una roca
Pero hace  ya mucho tiempo
Que ya no tengo sentido del ridículo


No puedo subir  a las colinas
El sistema está  agotado
Estoy viviendo de pastillas
Lo cual se lo  agradezco a Dios

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