Decia el filósofo Julius Vanderberg que muchos  hombres sufrían el síndrome crónico del “higo
chumbo”  que para aquellos  incautos se les debe advertir de que se trata
de una  fruta preciosa y  más que apetecible  pero 
cuyas  espinas  son infinitas e  invisibles . 
 
Para evitar que el monstruo se transforme   en un 
higo chungo sólo  caben  tres 
soluciones  posibles.
1.- Mirarlos en plan museo vaticano  y rezar y rezar  por ellos 
 
2.- Comerlos cuando su dueño te lo ofrezca bien
peladito y limpito
3.- Descojonarse de  risa 
y  cantar con  cerveza esta 
canción ( no seais mamones  y
darle al play joder que  vale la pena)
 
 
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