La cadencia era tranquila. El bajo se paseaba repartiendo paisajes que nos advertían del riego de desolación. Parecía decirnos que nadie es tan fuerte , que el castigo es una prerrogativa exclusiva de los Dioses .
Y que jugamos a serlo con la soberbia ignorante de creernos portadores de la verdad absoluta, amparados por una ley que hemos hecho a nuestra medida, únicamente para protegernos de nuestros miedos, de todo aquello que es diferente.
Porque la violencia es el sinónimo más vergonzoso de la debilidad , de ni siquiera querer entender, del vacío más inóspito al que nos arroja la falta de humanidad y de ternura.
Ese baio sin voz me transporta a compartir su desdicha. Es un ejercicio saludable de empatía que me impide ser un tirano. No puedo ignorarlo cuando me dice : - No eres tan fuerte
La mejor
Hubo un tiempo en que yo quería ser la mejor.
No habría ni viento ni cascadas de agua que me parasen.
Pero entonces llegaban las riadas.
Las estrellas, por la noche, te convierte en polvo.
Y me fundo
en un gran armadura negra.
Sin rastro alguno
de virtud,
tan sólo en tu honor.
Y bajo los pies a la tierra.
Ésa incompetente
echa un vistazo
buscando algún lugar en la ciudad
donde abastecerse de la falta de drogas.
Mi fé ha estado durmiendo.
Bajarme de las nubes.
Al final me agarraré al suelo que piso
para el desfile final.
Hubo un tiempo en que quería ser la mejor.
Con dos caras. Una pequeña y triste roca.
Cuando no podía explicar las cosas,
cualquier sentimiento
me baja los pies a la tierra.
Al final
me agarraré al suelo bajo los pies,
cuando haya escasez de drogas.
Mi fé ha estado durmiendo
hasta el desfile final.
Hubo un tiempo en que yo quería ser la mejor.
No habría ni viento ni cascadas de agua que me parasen.
Y entonces llegaron las riadas.
Las estrellas, por la noche, te convierte en polvo
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