XIX
Amir no
ha visto la ensalada.
Sigue caminando , el
vestíbulo está cerca. No puede
sacarse las manos de la chaqueta porque se descubriría
su traición. Le saluda levantando
la cabeza. De propina
va una sonrisa, para compensar.
Debe
pensar que no hace tanto frío como
para ir así de abrigada. O quizás se
da cuenta de todo y esa sonrisa
aceituna la absuelve de su
pecado. Pero no está acostumbrada a la
bondad y se pone a la defensiva,
Le aparta la mirada, impertinente.
Empieza a buscar las llaves con una sola
mano mientras con la otra
esconde la ensalada. No las
encuentra. Se pone muy nerviosa.
Un “tranquila
que ya te abro yo”
la salva. Es el vecino del piso de arriba. Ni sabe, ni le interesa
su nombre. Le da las gracias ,
parcas y
austeras, imposibles para dar
pie a cualquier
tipo de conversación.
Una
tragedia inesperada. El vecino se detiene en los buzones. Tiene que pasar a su lado
para llegar a las escaleras y eso
la obliga a despedirse.
A
ella le
gusta la frase ” que tengas un
buen día” . Son sólo cuatro
palabras más que un
“adiós” pero le dan al
saludo una infinidad de matices . Es optimista, luminoso, bien
intencionado, alguien que pierde
dos segundos más contigo de los
que serían necesarios
Pero también piensa que es una
frase que viene
importada de América del Sur , sucedáneo de
“ que tenga un bonito dia” , “ un gusto
verlo” y similares. Eso le otorga el
caché de una frase
hecha, falsa y pretenciosa
entre desconocidos, una
mentira amable. Y no necesita que nadie
sea amable con ella.
Pasa
por su lado . Huele tan bien que se llevaría ese perfume para que le
hiciera compañía.
Dos
“adioses” casi simultáneos cierran esta triste elegía a las posibilidades.
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