VII
Antes de llegar al
despacho debía cruzar la
cocina, metro y medio de pasillo,
su dormitorio con la cama
deshecha sólo en una mitad, y el
lavabo. Era la habitación más
pequeña de casa, ideal como búnker, toda
su intimidad en apenas cinco metros
cuadrados.
La decoración no debía dar
muchas pistas . Las reuniones
por video conferencia eran
diarias. Primero se analizaban las ojeras, luego se repasaba el maquillaje , los distintos cuellos de camisa y por último
todo el “backstage”. Estanterías
llenas de libros para los eruditos del clan, trofeos de pádel para los tontitos, diplomas y másters en un recuadro perfecto para el resto de gilipollas.
Su muñeca hawaiana estaba fuera del
alcance de la cámara. Detrás, sólo una pared
blanca. Era imposible que alguien pudiera apreciar
los dos agujeros donde antes colgaba el
cuadro de una Virgen Niña,
recuerdo de su primera comunión .
El portátil iba con ella
siempre, incluso en el
lavabo las mañanas
siguientes a una noche de quesos
fundidos. Pero era en su
habitación de infancia donde se
permitía el lujo de volverse un poco
loca.
Le gustaba lo que le
tenía que gustar para no la excluyeran. Tenía aprendidas las
coreografías más bochornosas para todos los cumpleaños de empresa.
Había logrado hasta tararear esas baladas de pantomima , moñas
hasta la saciedad, por las que
cuatro paletos con suerte se
hacían famosos-. Si no hay droga ni
alcohol, no hay desgarro que valga. Pero no podía decirlo.
Cogió el móvil, y el
grupo del trabajo estaba
especialmente animado. Los recién doctorados en
virus departían clases magistrales.
Algunos compartían videos apocalípticos,
otros no perdían la ocasión de colar
alguna teta y la mayoría se volvía incomprensiblemente solidario.
Pero, entre tanta idiotez, hubo una conversación que la sedujo. Una de
sus compañeras estaba
segura de que
ella ya se
había infectado y que había pasado la enfermedad, que ese cansancio que tenía no era normal . Un compañero le contestó : “gracias por no querer acostarte conmigo aunque te murieras de ganas, gracias infinitas por
tu enorme generosidad. Te debo
una”
Sonrió. Aquel chico había superado
la primera pantalla, pero aún le quedaban demasiadas.
Bajó otra vez la
tapa del ordenador, se puso aquellos
auriculares que sólo hacen ruido
para adentro, y le dio al “play”.
Los primeros acordes del “Not” de los Big Thief la apartaron del
mundo. Durante seis minutos y siete segundos consiguió ser ella misma.
NOT( NO-BIG THIEF)
no es la energía
tambaleándose
ni las líneas en tu cara
ni las nubes en el techo
ni las nubes en el espacio
no es el teléfono sobre la mesa
ni la cama en la tierra
ni la cama en el establo
ni tus palabras estables
no es el ser sin forma
ni el grito en el aire
ni el chico que estoy viendo
con su largo cabello negro
no es el tejido abierto
ni el resplandor del horno
ni la sangre de ti sangrando
mientras te intentas dejar ir
no es la habitacion
no es comenzar
no es la multitud
no es ganar
no es el planeta
no es estar girando
no es una artimaña
no es calor
no es el fuego que azota el arroyo
no es comida
no es comer
no es la carne de tu muslo
ni tu tatuaje de columna
ni tu ojo brillante
ni la humedad del rocío
no es la cálida ilusión
ni la grieta en el plato
ni el aliento de confusión
ni la severidad de la pizarra
no es la habitacion
no es comenzar
no es la multitud
no es ganar
no es el planeta
no girando
no es una artimaña
no es calor
no es el fuego que azota el arroyo
no es comida
no es comer
no es lo que realmente querías
ni el desorden en tu bolso
ni la cama que está embrujada
con el manto de la sed
no es reveladora el hambre
ni el eco en la cueva
ni la mano que cura
ni la tumba sin nombre
no es la habitacion
no es comenzar
no es la multitud
no es ganar
no es el planeta
no es estar girando
no es una artimaña
no es calor
no es el fuego que azota el arroyo
no es comida
no es comer
no es morir
no es morir
no es reir
no es mentir
no es el desierto vacante compitiendo
no es la habitacion
no es comenzar
no es la multitud
no es ganar
no es el planeta
no es estar girando
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